Ejército del gobierno en 1899. Foto tomada de Wikipedia.
Jean Carlo Mejía Azuero PhD.
Profesor e investigador
Un escenario belicista entre civiles que todavía no superamos.
Entre el 17 y 18 de octubre del año 1899 (Hace 122 años) iniciaría la guerra civil más sangrienta en perspectiva de la historia de Colombia. Sus consecuencias de una y otra manera las padecemos por desconocer sus causas profundas, en buena medida persistentes en pleno siglo XXI. Todavía confundimos las causas de la guerra, sus manifestaciones, horrores y errores , con otras formas de violencias y conflictos.
Al considerar todas las oportunidades democráticas cerradas y la implantación de un régimen autoritario, negacionista de derechos, libertades y garantías, el director del partido liberal de Santander y parte de los considerados » belicistas», Paulo Emilio Villar, efectuó un llamado nuevamente al levantamiento militar luego del fracaso de la guerra civil de 1895 representado entre otras en la famosa y sangrienta batalla de Enciso (Santander), ya bajo la Constitución de Caro y Nuñez que había sustituido como nuevo «pacto de paz» (guerra civil de 1885) a la liberal y federal de Rionegro de 1863.
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Se advertía todo un nuevo y dantesco escenario de confrontaciones políticas y militares entre civiles que ya había tenido un antecedente con la formación de ejércitos, incluso estatales que podrían «hacerse la guerra entre ellos» y claro, acuñar su propia moneda (Constitución de 1863).
Políticos que se disfrazaban de coroneles y generales para matarse a través de otros y finalmente hacían de las amnistías, indultos y esponsiones prolegómenos de la llegada de nuevas Cartas Magnas como lo enseña Aguilera Peña (2012). El viejo debate de sí es más importante la victoria militar o la paz cobraba importancia en el ego de las élites y contraélites colombianas.
Los militares, guardias nacionales y policías, serían los instrumentos, entre otras fungibles, algunos sin duda cómplices también por intereses personales. Los llamados agentes represores dentro de un contexto antimilitarista pero guerrerista ( ver por ejemplo a Malcom Deas).
Bajo esa influencia belicista del doctor Villar, el municipio del Socorro de gran importancia en la historia no sólo de Colombia, sino de toda América ( Escenario de la revolución de los comuneros en 1781, declaración de independencia el 10 de julio de 1810 y proclamación de los principios constitucionales del 15 de agosto de 1810, reconocidos por grandes historiadores europeos y americanos y desconocidos en la práctica en Colombia) , sería tomado por las guerrillas liberales del General Juan Francisco Gómez Pinzón el 17 de octubre de 1899, quien había hecho preparativos en su hacienda comunera llamada «La Peña» junto a Benjamin Herrera, quien después actuaría militarmente de forma determinante entre otras en Cúcuta, Norte de Santander y seria el director de la guerra en Cauca y Panamá en parte final de la contienda.

Reclutamiento de campesinos en Bogotá en 1900. Foto: Wikipedia.
Herrera era un hombre humilde, de origen campesino, formado académicamente y en las armas (Oficial Coronel de la Guardia Nacional, otrora Ejército, de visión prusiana y seguidor de Von Moltke de acuerdo con Armando Gómez) de visión estratégica y conocimiento de táctica y logística, también del derecho de gentes, derecho de la guerra, hoy llamado Derecho Internacional Humanitario a partir de los años setenta del siglo anterior.
El animus beligerante estaba ya configurado, faltaría la acción de armas de acuerdo con el derecho internacional clásico (Despagnet, sobre las teorías de las guerras en Fiore), lo cual sucedería el 18 de octubre de ese fatídico 1899 cuando los liberales bajo el mando de Gómez Pinzón derrotarían a las tropas del gobierno en el camino hacia San Gil, las cuales eran dirigidas por el Capitán Sanmiguel.
El gobierno de Manuel Antonio Sanclemente daría aplicación al famoso artículo 121 de la Carta Política de 1886 para decretar turbado el «orden publico», continuando la configuración y aplicación del diccionario de eufemismos en nuestra historia republicana. El llamado bélico se extendería por toda Colombia generando una tragedia humana que duraría hasta 1902 con episodios inenarrables como las batallas de Palonegro y Peralonso, que hubieran sonrojado al mismo Henry Dunant, autor de «Recuerdos sobre Solferino» y Fundador en 1863 del Comité Internacional de la Cruz Roja.
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Esa fascinación del poder y contrapoder civil colombiano por las armas, por la violencia bélica a pesar de esputar amor por la paz, lo recordaría hasta Alfredo Molano (QEPD) cuando enseñaba: «Las armas como los tiples en las fiestas, salen sin saberse de dónde «, reflejando el pensamiento de los liberales de finales del siglo XIX. (Prólogo de las memorias de la guerra de los Mil días de Lucas Caballero. 2008, p. 13).
El inicio de la Guerra de los Mil días deja muchas reflexiones en un país que sufre de amnesia selectiva y de indiferencia crónica. Entre otras que Colombia es un país único con civiles amantes de la violencia bélica y militares que han generado espacios de convivencia, desarrollo y reconciliación pues han tenido que padecer de las guerras ordenadas por otros; subordinados totalmente al poder civil y garantes de acuerdos de paz y constituciones, pero a los cuales no se les reconoce absolutamente nada en ciertos espacios intelectuales, de construcción de memoria o en los estrados judiciales. ¿Acaso una visión de amigo- enemigo?
Pero basta recordar para finalizar la frase trascendental del Roy de Jerusalén en plenas cruzadas hace casi mil años y que pareciera una constante histórica pero exacerbada en nuestra amada sociedad:
«Si aquellos por cuya directa intervención se desencadenan las guerras encontrasen en ellas a menudo la muerte, pienso que ello sería de justicia. Pero no es así, los que caen como primeras víctimas son los inocentes, los que ninguna intervención han tenido en ellas y perecen dolorosamente. Pero creo que Jesús, el rey todopoderoso pedirá cuenta de ello el día del juicio final años que injustamente declaran la guerra a los demás.» Roman de Baudoin de Seeburg III. Roy de Jerusalén . 1130-1162. (Citado por Mejía Azuero, Jean C. & Chaib De Mares, Kelly. 2019. Ibáñez , Universidad Católica de Colombia).
Hace 122 años comenzó una fatídica contienda bélica entre hermanos, entre colombianos, entre familias portadoras del mismo apellido, que parafraseando a Perez Reverte hacen la confrontación más difícil de comprender, cuando entre los bandos se comparte hasta el mismo idioma. ¿Algo hemos aprendido? Informes como el de la Comisión de la Verdad nos podrán brindar algunas coordenadas.