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Para iniciar, debemos tener en cuenta que toda actividad económica busca generar utilidades, desde producir comida, hasta un viaje a la luna, se reduce a cuánto dinero queda al final del ejercicio.
Los asistentes técnicos agropecuarios se han limitado a la parte técnica, buscando el llamado punto de equilibrio, en una economía del comoditie*. Pero ¿qué tal que se pensara en voltear la torta, cambiar ese tan famoso punto de equilibrio, el umbral de riesgo económico o el uso de agro químicos genéricos, por generación de valor agregado en los sistemas de producción, certificaciones, o genética diferenciada?
Para los caballitos de batallas que enseñan en las universidades suena terrible querer pensar diferente, pero que al final del día dejan asistentes técnicos tratando de incorporar áreas de trabajo inmensas para poder compensar sus ingresos con volumen, bajando la calidad del trabajo.
Es duro reconocer que un porcentaje del conocimiento que se aprende en la universidad es poco aplicable a la vida profesional, que los asistentes técnicos piensan que el trabajo aislado en la producción de campo no tiene que ver con los consumidores finales, los restaurantes o los chefs que consumen esos productos. Así mismo, piensan que los manejos agronómicos son pasos para garantizar el margen de utilidad que se necesita, sin pensar en el balance ambiental, en conservación del recurso hídrico, en emisiones de gases de efecto invernadero y contaminación de fauna y flora, porque «de eso se encargan los ambientalistas».
Por otra parte, analizando la perspectiva de ingresos, las empresas agrícolas pueden tener diferentes modelos de negocios: el de producción -ampliamente conocido-, y tal vez tengan el elemento de formación, turismo, modelos digitales, conservación, etc. Modelos que por una misma actividad pueden generar varias fuentes de ingresos, y que los asistentes técnicos deben proponer a los empresarios del campo colombiano. No obstante, los argumentos anteriores suenan como un cuento de hadas para los técnicos recalcitrantes, poco proactivos y tradicionalistas.
Entonces la solución como en los cuentos de Disney es que llegue el hada madrina y con su varita mágica nos ponga el deseo de querer más utilidad y que adicionalmente los asistentes técnicos aprendamos de marketing, de cocina gourmet, nos vinculemos a redes en las cuales se oferten nuestros productos a mejores precios, propongamos mejoras en calidad, desarrollos agroindustriales, participemos de alianzas público-privadas, y que conformemos grupos multidisciplinarios con el objetivo de trascender en la historia, generando productos que enamoren, teniendo el mercado global entre ceja y ceja, para aprovechar las virtudes de producir en el trópico, dando libre albedrío a la buenisia indígena que tenemos.
Sin embargo, ya a esta altura del partido sabemos que la varita mágica solo sirve en las películas y que si queremos generar utilidad debemos incluir magia en nuestros emprendimientos, esa magia que nace cuando empezamos a valorar las maravillas naturales que tenemos, esos niños que necesitan ver que la abundancia y las oportunidades si existen, y que el asistente técnico agropecuario saca de su maleta ofertas tecnológicas y metodológicas para generar el valor agregado que necesita el campo colombiano para no transformarse en desierto, no por recursos naturales, sino por falta de personas que vean más allá de lo que está establecido.
*Los commodities o materias primas son bienes transables en el mercado de valores. Los hay de carácter energético (petróleo, carbón, gas natural), de metales (cobre, níquel, zinc, oro y plata) y de alimentos o insumos (trigo, maíz o soya).