Las autoridades llegaron al apartamento de la anciana, identificada como Isabel, y según determinaron las pesquisas, murió en septiembre 2004 cuando tenía 78 años de edad. Antes de fallecer la única visita que recibía era la de un amante que sucumbió dos años antes de que ella lo hiciera.
Finalmente, después de más de 15 años, una patrulla de la policía de Madrid llegó hasta la vivienda de Rivera Molina, pese a que desde hace tiempo los vecinos venían reclamando en el apartamento había ocurrido.
Pero la determinación de las autoridades de entrar al piso fue porque familiares de la solitaria anciana dijeron que “la extrañaban” y que “hacía mucho tiempo no tenían noticias de ella”.
Los oficiales golpearon la puerta y al no ser atendidos, miraron por la ventana y ahí vieron que la llave estaba puesta desde adentro. Para ingresar, llamaron a los bomberos, que decidieron, en vez de tumbar la puerta, poner una escalera sobre el balcón del apartamento y deslizar una ventana que estaba semiabierta. Al inspeccionar el lugar, encontraron momificada a Isabel en el baño.
Los forenses explicaron que el cuerpo de la anciana no se descompuso por la humedad del ambiente y porque una rendija de ventilación permitió completar el proceso de conservación del cadáver de manera natural.
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