Jean Carlo Mejía Azuero . PhD.
*Asesor y consultor internacional.
Docente investigador.
El regalo más grande del soldado colombiano para con su pueblo es su civilidad. Una y otra vez desde el siglo XIX se repiten en todo escenario los testimonios y los actos que demuestran el respeto militar por la Constitución, la ley y la democracia.

General Miguel J. Neira
En esta ocasión quisiera recordar las palabras del General Miguel J. Neira en representación de las Fuerzas Militares en el homenaje al ministro de guerra, el General Domingo Espinel, designado en marzo de 1944, en reemplazo de Gonzalo Restrepo Jaramillo, lo que terminaría con un periplo de 14 ministros civiles consecutivos a partir de 1931 en la cartera hoy denominada de defensa (Entre 1900 y 2020 Colombia ha tenido más ministros de guerra y defensa civiles que militares).
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El contexto nacional e internacional para el momento del homenaje estaba enrarecido por la segunda guerra mundial; la poca popularidad por el sistema democrático liberal (en la mayoría del mundo primaban las ideas comunistas, así como el fascismo y claro el nazismo.) y la estructuración de definiciones esenciales a nivel estratégico en la política internacional.
Las conferencias de Teherán y Moscú de 1943 y las de Yalta y Postdam en 1945, definirían en gran parte lo que sería la segunda parte del siglo XX, así como lo que va del siglo XXI, y por si fuera poco las posiciones geopolíticas de la guerra fría, la etapa posterior y el retroceso en la actual fase que denominamos bipolarismo político – judicial, marcada por la desconfianza, la asimetría, la incertidumbre y el discurso poco coherente de múltiples populismos seguidos frenéticamente . (Ver por ejemplo la coherencia de las decisiones de la CPI frente a USA por hechos de Afganistán; el silencio preocupante frente a la situación de Venezuela y los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen dictatorial de Maduro en contraposición a las múltiples intervenciones judiciales en los casos de estados africanos).
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En el contexto nacional Colombia era gobernada una vez más por el Presidente Alfonso López Pumarejo, que enfrentaría en el mismo año 1944, con ayuda precisamente de las Fuerzas Armadas, el adecuado manejo del designado Darío Echandía y el liderazgo político del ministro de gobierno Alberto Lleras Camargo, lo que se conoce históricamente como el «golpe de Pasto»; una intentona de pocos militares, coadyuvados y cooptados por ciertos radicales que se oponían a los conceptos de transformación del estado previstos desde mediados de los años treinta del siglo anterior a través de la denominada revolución en marcha.
El General Neira indicaría en el precitado homenaje en presencia de todas las autoridades nacionales lo siguiente:
» Señores: Y ahora que se nos ha confiado ampliamente la dirección de las fuerzas armadas del país, cuyo supremo jefe es el excelentísimo señor Presidente, como lo ha probado el Ejército a lo largo de la historia de la República, vamos a ratificar que la civilidad por el vivir que nos atribuyera no hace mucho un gran tribuno, sin que ello reste en nada a nuestra condición de soldados dispuestos a los más grandes sacrificios por la patria, es uno de los dones más preciados de que nos orgullecemos, porque es lo que ha traído el más grande de los beneficios a esta nación, la legalidad, el orden y la paz, a cuya sombra los estadistas, los políticos verdaderos, los hombres de iniciativas y de grandes y benéficas concepciones, han venido laborando con tesón admirable el engrandecimiento de la patria, y porque este bien imponderable lo heredamos de nuestros fundadores, de nuestros más grandes conductores y repúblicos que nos legaron páginas esplendorosas y de gloria y que con la misma diestra con que empuñaron la espada que cortará laureles inmortales cultivaban la encina y el olivo símbolos magníficos de la más grande aspiración de los pueblos amantes del progreso, de los pueblos libres. En Francisco de Paula Santander, Sergio Camargo, Rafael Reyes, Pedro Nel Ospina y otros tantos militares invictos, capitanes de los más nobles ideales y de la democracia, ved ahí señores, a nuestros maestros, de cuyos postulados no saldremos sino para salvar a la República. » (Memorial del Estado Mayor. Estado mayor General. Época III. Año XXXIV Marzo de 1944. Número 3. Pág. 679. Ejemplar regalado por el entonces capitán Alberto Ruiz Novoa al General Roberto Mejía Dussán. Archivo personal).
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Estas palabras elocuentes cobran más relevancia hoy en donde la confianza es una palabra que para muchos ha perdido significado formal y real. A pesar de todas las dificultades de la democracia colombiana – que se debate en medio de la peor y más prolongada guerra del hemisferio occidental – todavía sigue siendo esencial encontrar que el pilar de lo que somos como sociedad lo ha construido y consolidado un soldado lleno de fe en la causa, y esa causa no es otra que el pueblo del cual deviene la soberanía nacional y el poder público. Es tiempo de tender puentes, escuchar más y valorar lo que hemos sido, única forma de entender quiénes somos.
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