Jean Carlo Mejía Azuero. MCL – PhD.
Profesor de DIH, Derecho Penal Internacional y DOPER.

Los que odian a Uribe y se alegran por sus desgracias (incluso el Covid), imputándole ahora todos los males de Colombia, terminan sin advertirlo contaminados de la misma enfermedad que le endilgan.

Bien lejano soy del uribismo, sobre todo de sus sectores radicales. Pero no hay duda de que en su primer gobierno este ex mandatario nos salvo de una hecatombe. Decir esto no significa hipotecar mi criterio, ni mi libertad.

Igualmente soy absolutamente lejano de todo grupo al margen de la ley, así como de cualquier ideología soportada en el odio de clases y la manipulación de los más humildes, a través de discursos que no son capaces de ser sustentables en la práctica, como se ha visto en múltiples ejemplos a partir de 1917 y que han generado millones de víctimas, que algunos ocultan o callan para no darle la razón al «enemigo».

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Tampoco soy cercano a un capitalismo salvaje y destructor de toda dignidad, basado en un consumismo desbordado. La verdad es que vivimos en un circo romano en donde la histeria colectiva y las ordalías nos fascinan y consumen, como a aquel adicto (cualquier adicción como enfermedad) que en un mundo irreal se aniquila creyendo ser «feliz».

Increíble es nuestra capacidad de autodestrucción buscando aniquilar al otro. Algún día el principal maestro espiritual (no religioso) al que sigo, enseñó que todo lo que se hace o se le desea a a otro ser, tarde o temprano se regresa y si no es con uno, es a través de los seres más cercanos. La vida es un camino hacia la consciencia y en ese proceso estamos . No hay duda somos esclavos de pasiones, rencores, resentimientos y traumas. Pero tenemos el poder liberador del amor y el perdón.

Hoy celebramos que a Uribe se le prive de la libertad por todo lo que representa para una parte del país; y creemos además que una detención domiciliaria es una condena definitiva . ¡Triunfo pirrico! Y hoy también acabamos con las instituciones judiciales de Colombia, que además son reflejo de lo que somos como sociedad (cortes, legislativo, ejecutivo, FFAA, todas son reflejo), cuando se toman decisiones como la del senador, que están previstas en la norma procesal penal como aplicables. ¡Apocalipsis prematuro!

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En este tipo de escenarios violentos y agresivos pareciera que no se entiende que es la presunción de inocencia, se olvida el debido proceso y se obvian las instancias que existen incluso internacionalmente.

Tirios y troyanos, igual que en otras experiencias de nuestra propia historia, a la yugular apuntan, sin proporcionalidad alguna, incluso sin saber que se pueden llevar enredados a seres más cercanos. Familias destrozadas por la polarización. ¡Increíble!

Con firmeza creo que Uribe podía defenderse en libertad y esa es mi posición personal a nivel jurídico, sin mezclar el escenario de justicia para la transición y el de justicia ordinaria, que más odios y morbo despierta, en una espiral enfermiza que ya apunta hacia el 2022.

Pero acepto que en esta guerra sin DIH, sin respeto, ni consideración por el enemigo, se mezclen peras con manzanas, todas eso sí, envenenadas. Es esencial hacer un llamado a la cordura entonces. Es necesario romper el círculo vicioso.

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La justicia debe actuar cumpliendo los estándares internacionales de independencia e imparcialidad y los sujetos procesales tienen sus oportunidades para esgrimir sus argumentos en cada momento.

Ni mesianismo ni posiciones iconoclastas. Fuertes y verticales con los problemas, pero humanos con las personas. Quien sólo exige respeto frente a su causa, destrozando las de los demás, siempre y cuando sean morales y legales , no entiende el verdadero significado del respeto.

En mi caso me niego a renunciar a mis valores y principios. En mi caso me niego al fanatismo. Me niego a ser mal ejemplo para mi familia, amigos, discentes y maestros. Me niego a repetir el odio entre rojos y azules; hutus y tutsis; serbios y bosnios; entre seres humanos.

La política perdió su horizonte cuando se trastocaron los conceptos en nuestra guerra sin final. Se convirtió en un negocio redondo en donde millones se destruyen, mientras los mismos ganan. Por eso me niego a ser munición para el odio.

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