Jean Carlo Mejía Azuero. MCL – PhD.
Profesor de derechos humanos, derecho internacional humanitario.
Perito internacional en derecho operacional.
No cualquiera puede portar las armas que el pueblo ha destinado para su propia defensa. Se requiere de un ser humano especial; más ético, más educado, más honorable y autocontrolado, más decente y enfocado.
No cualquiera puede defendernos; no todos los miembros de una sociedad pueden ser soldados, pues no están preparados ni siquiera para defender lo que disfrutan a diario; su propia libertad.
El soldado requiere de un nivel de consciencia superior, por ello la educación y la prevención son su antorcha y su destino. No cualquiera vive del honor y lo asume felizmente y con altura; el honor es un valor que sólo se encuentra reservado para hombres y mujeres excepcionales, porque incluso los soldados por nosotros ¡si por nosotros¡ renuncian a ser ellos mismos; abandonándolo casi todo, incluso familia, por la gloria que significa servir sin esperar nada a cambio.
Imagen tomada de Twitter @Col_Ejercito
Pero igualmente no cualquiera debe ser soldado; quién carece de valores y principios verdaderos o los tiene trastocados no debe uniformarse jamás; y sí lo ha hecho, no importando su grado, simplemente será un humano disfrazado.
No cualquiera debe ser soldado porque pocos están dispuestos a declinar ante riquezas materiales, libertades y privilegios, incluso a ver limitados algunos derechos fundamentales por resguardar la civilidad.
No cualquiera debe ser soldado porque ellos son conscientes que son los primeros en rendir cuentas, siendo en extremo transparentes, honrados, honestos, dignos e imparciales; además de prudentes, resilientes y pausados, sin dejarse jamás presionar para los designios de la Constitución abandonar. Por eso no cualquiera puede y debe ser soldado.
Imagen tomada de Twitter @Col_Ejercito
Finalmente no todos pueden y deben ser soldados, porque ellos son los únicos que entienden bajo el fragor del fuego y la degradación propia de la ordalía, que el único propósito de la contienda desde hace tiempo, pasando por Cicerón, San Ambrosio y Aquino, debe ser la paz.
El soldado por si fuera poco es el único que comprende porque la vida del vencido es sagrada como la de la población civil. Para ser soldado de verdad, más allá del juramento, se necesita conocer a fondo el significado de mística, servicio, virtud, resignación y sentimiento; para ser soldado se requiere tener empatía con la comunidad y mucha inteligencia emocional.
Tristemente en esta postmodernidad cada vez menos se encuentran personas dispuestas a sentir, pensar y actuar con un mínimo de coherencia, esa que denominamos esencial, la que se necesita para vestirse de honor eterno.
Por eso no cualquiera puede y debe ser soldado. Ser soldado requiere de esa coherencia vital y esencial a la que se le denominará vocación porque no nace de la mente sino del corazón.