Enmarcando la era tecnológica, en medio de la cual estamos inmersos en la actualidad y mediante la cual se han ejercido cambios estructurales sustanciales en todas las sociedades modernas durante los últimos 30 años, podemos deducir que hacemos parte de un mundo completamente guiado por las cada vez más grandes plataformas de transmisión informativa y de datos.

Esta digitalización y forma electrónica de ver y acceder al mundo de hoy día, trae consigo fuertes cambios en muchos niveles tales como; el político, económico, cultural, educacional, entre otros sectores que han sufrido y se han adherido a este fenómeno de la Internet y sus aplicaciones derivadas que han entrado en una evolución permanente en términos de accesibilidad a herramientas ofimáticas y del Ciberespacio, lo que ha venido transformando las vidas y las formas de comunicación del ser humano y sus entornos sociales.

Estos cambios tan evidentes que supone la inserción de nuevas tecnológicas de información y comunicación (TICs) en la vida y la administración pública de un estado, han llegado, para quedarse como un mecanismo y un instrumento de irrigación cultural e inserción permanente de interacción social compuesta por redes de comunidades ciudadanas, que se reúnen para de una forma interactiva justamente, guardar y compartir cualquier tipo de contenidos con la ayuda de estos aplicativos o de los servicios en línea puestos a su uso. Caso redes sociales, Google apps entre otros de tendencia en la Web.

Dichos cambios responden a la vinculación de estas herramientas con quienes las utilizan, una interconexión multitudinaria del conocimiento en tanto comprensión como el acceso al mismo, no solo por parte de la ciudadanía sino que también de hecho, en primera instancia por parte de las entidades u organismos institucionales que han inaugurado su uso, estos últimos con fines netamente formales en principio. De allí, surgen varios puntos de vista en torno a la convergencia entre el estado y el ciudadano junto con la mediación tecnológica como puente de ida y vuelta, a través del cual por ejemplo, se informa superficialmente al ciudadano sobre temas como la inversión, sin profundizarle en la administración de estos recursos en función de su destino y de su utilidad en el territorio en el que se está ejecutando su operación.   

La caracterización o rasgo con el que se originan estos adelantos, se convierte en una diversificación corresponsal y complementaria dada a las capacidades comunicativas innatas del hombre, es en estos espacios, donde se crean o fortalecen lazos de correlación social entre individuos sin importar la distancia o localización territorial de estos, en la virtualidad, todos estos aspectos diferenciados se unen, confluyen y construyen las comunidades en línea. Es justo allí, donde logramos ver que estas herramientas se insertan casi inmediatamente en las esferas cotidianas de un país como el nuestro que es tan polémico y controvertido  en temas como la administración pública.

A este respecto, y mediante el uso de estas aplicaciones y nuevas alternativas de acceso a diversas formas y cantidades de información, aparece la imperiosa necesidad de injerencia y participación ciudadana en la vida, la opinión pública y en los aspectos políticos que se adelantan o desarrollan alrededor suyo. Es este entonces, el punto de partida mediante el cual la ciudadanía logra obtener una línea de comunicación y de intervención directa en los problemas de estado que le son de pertinencia y atañen su atención y conocimiento.

La participación ciudadana, llega a hacer un contrapeso, una presión o resistencia a los organigramas políticos, sociales del estado y a su agenda mediática predispuesta. Los ciudadanos por tanto,  contamos hoy día con otras alternativas de participación más abiertas qué las que nos son impuestas por el ente institucional imperante, en ese sentido, el ciudadano se integra a ese sistema para hacer parte de él, lo que se denomina una democracia participativa entendida desde otro punto de vista como: Una interpelación o veeduría admitidas, para el bien común en virtud del empoderamiento social y la participación activa del pueblo en los procesos llevados a cabo dentro de su nación o estado.

Con ello sin embargo, subyacen complicaciones o complejidades por así llamarlas, que hacen del acceso, utilización y aplicación de estas tecnologías, una apertura o grieta adicional en la de por sí  estrecha fractura social que vive el país desde tiempos muy remotos, estas diferencias sociales y desigualdades entre conciudadanos también han impedido la legitimidad y buen fin del discurso de participación ciudadana lo que sí se mira desde una forma crítica, ha convenido al gobierno de turno por la falta de organización y el ejercicio del activismo nacional.

Otro de los problemas que suscitan las interacciones del gobernado con sus gobernantes, es el acceso y el control de la información, ya que este se encuentra supeditado a entes u organismos gubernamentales e instituciones de orden privado que finalmente toman las determinaciones administrativas, legales y de tipo estructural en temas como el económico, desarrollo, seguridad, educación, urbanización, movilidad, política, justicia y demás áreas que atañen la importante opinión del ciudadano común, pero que no tiene por parte de estas entidades el derecho suficiente y el grado de voz y voto necesario para mediar en la toma de cualquier decisión, esto sin demeritar las acciones populares y publicas que puede adelantar el ciudadano desde su posición constitucional, pero es infructuoso dado que estamos constreñidos a la coacción política de unos pocos que tienen intereses particulares y que no dimensionan el interés grupal, común para el que sus decisiones tiene una afectación mayor.  

Además del control de la información, las entidades que nos gobiernan y que ejercen un mandato sobre el país también nos controlan a nosotros como individuos, esta es, talvez una de las mayores desventajas de las TICS y en general de todos los adelantos tecnológicos, ya que estos propenden una forma de monitoreo, control, y manipulación tanto de nuestros datos como de nuestro modus vivendi e incluso nuestra personalidad e identidad o cosas tan intimas como estas, que ya son objeto de escarnio público y que el estado maneja a su acomodo.

En este orden de ideas, el ciudadano no solo debe apropiar estas tecnologías, sino también conocer cómo se manejan, saber a qué se está enfrentando, tener claridad de cómo se puede organizar de manera cooperativista y colectiva con su comunidad, así como tener el conocimiento institucional de su calidad de sujeto político y social, contar sin duda alguna con el apoyo y aval estatal para los fines pertinentes a su intervención. Sin lo anterior,  sería muy complicado el hecho de una ciudadanía que no solo se manifieste sino que actúe y haga valer su posición y sus derechos ante cualquier decisión de cualquier índole a la que se llegue dentro del territorio que le compete y pertenece.

En conclusión, la ciudadanía debe ir de cara al estado o institucionalidad y viceversa. Es decir, deben cocrear configurar una forma integral, en la que se determinen con exactitud y garantías participativas plenas, los causes y el andamiaje respecto de la estructura y dirección previstas para el país en cualquier sector de este, para así tecnificar su crecimiento de formas socialmente mancomunadas entre estado y sociedad. De la mano claro, de estas tecnologías e instrumentos que son un medio para dicho fin, que comprende el poder obtener una elección institucionalizada por parte de la población civil en materia de activismo social, decisiones organizacionales o construcciones estatales, que le son de competencia y que le afectan directamente, este modelo es definido actualmente como la comunicación y la participación para el cambio y la transformación social.  

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