Jean Carlo Mejía Azuero. MCL – PhD.
Profesor de DIH, Derecho Penal Internacional y DOPER.

Con los buenos días para todos. Es absolutamente esencial entender lo que viene para Bogotá, Colombia y el mundo y lo que esto implica para nuestras familias, entornos y el trabajo; en este punto esencialmente lo que significa el momento para nuestros estudiantes. Al cambiar las dinámicas sociales es menester mirar el tema educativo como lo están haciendo países del primer mundo mucho más afectados que nosotros, y aprender de modelos y posturas cercanas como la de la Universidad de los Andes. Este semestre terminará con presencialidad apoyada por tics, y como lo mencioné recientemente, seguramente será así el siguiente periodo académico. Colegios y Universidades son sitios de altísimo riesgo para la expansión del virus, y mucho más si se abre una ciudad como Bogotá el día 27 de abril . Cada estudiante puede ser un portador inocente del virus y llevarlo a sus hogares, entonces no podremos evitar una debacle.

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Por todos lados, y de ahí la importancia de no quedarnos viendo el árbol de cada día sino tener la posibilidad de visualizar el bosque; se ha anunciado que esto hasta ahora comienza. Por mucho tiempo no volveremos a ver reuniones sociales grandes, idas a estadios, bares, teatros. La afectación emocional estando las personas encerradas se irá incrementando; las enfermedades mentales irán manifestándose lentamente y las físicas también. No se pueden separar. Y así como no podemos parar nuestras actividades, si debemos aprender a ser flexibles, empáticos, compasivos. Eso es ser mejores humanos. La reapertura de la ciudad más afectada por el coronavirus en el país, merece también una controlada posiblidad de que los niños y adolescentes con todas las medidas de protección, puedan salir a caminar, a los parques, hacer algo de ejercicio cerca a sus casas. Igual los adultos; más los sedentarios. La ansiedad y la depresión deben controlarse. Los delitos en las calles disminuyen pero se incrementan al interior de los lugares de vivienda día a día.

Estudiantes, docentes, nuestros asistentes, en estos momentos, no solo tienen que cumplir con sus roles laborales y académicos, sino también con sus funciones de padres, madres, abuelos, hijos, tíos. Como si fuera poco cumplir con los quehaceres diarios de los lugares de residencia. Me pregunto cómo hacen unos papás de tres niños pequeños para trabajar (si es que tienen la bendición del home office y/o el teletrabajo, ) , al mismo tiempo cocinar, arreglar la casa, acompañar en las tareas a los hijos; ni decir si tienen mascotas, por todo lo que ello implica.

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Como si fuera poco nos estamos dando cuenta que en ciertos hogares no hay los computadores suficientes; que el acceso a internet es lento o no existe; que en un mismo computador se tiene que trabajar, estudiar, hacer tareas y compartirlo entre todos los que habitan un mismo espacio; léase bien, un mismo espacio. Sumemos entonces a todo lo anterior el nivel de estrés que produce cada actividad humana en la actualidad.

En colegios y universidades deberíamos aprender a reflexionar que es lo importante realmente de la educación. ¿Una nota? ¿Aprender? ¿Controlar? ¿Qué lugar tiene en este momento el estar cercano al que está al otro lado del computador? Me niego a creer que lo importante en estos momentos sea sumar contenidos , repetirlos y evaluar numéricamente. La exigencia académica debe replantearse, para buscar mejores argumentos, más fundamentación. Debemos reflexionar sobre el valor de la confianza, rota por la cotidianidad. No puede ser que la palabra más usada por un docente sea «turnitin» … (un programa antiplagio).

Quizás hemos trasladado los mismos errores de la presencialidad a la utilización de las tics. Estudios indican que el teletrabajo es un 46% más desgastante que el labor presencial (El tiempo , 17 de abril de 2020). Imaginen entonces salir a realizar el mercado con la angustia de contaminarse y estar contestando oficios de la oficina. Salir al banco y mantener dos metros de distancia con la persona de adelante y estar tratando de dar directrices mientras llueve o se está bajo un sol picante -Ya sabemos cómo es Bogotá -; y como si fuera poco al mismo tiempo asistir virtualmente a una reunión del colegio de los niños. Ni se imaginan lo que puede significar una emergencia o urgencia médica por alguna causa diferente al COVID 19. En el último lugar donde quisiera estar en estos momentos sería en una clínica; pero hay gente que tiene que ir por controles, exámenes u otras situaciones que no dan espera.

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Las reflexiones deben aparecer; son necesarias en nuestras vidas. Una crisis siempre es una oportunidad. Y ahora no es simple frase de cajón. Nos tocó ahora sí a todos. Las decisiones también deben llegar. Ser adictos al trabajo evita preocuparse por pensar en cosas esenciales,; es un distractor incluso inconsciente; un escape. Pero, ¿Qué debemos mejorar para ser más sensibles ? ¿De cuál calidad estamos hablando en estos momentos en la educación ? Yo invito a la calidez humana, en esta coyuntura, eso es lo que entiendo por calidad. Ya que no nos podemos abrazar físicamente, crezcamos espiritualmente con el trato hacia los demás. A eso lo llamo empatías esenciales. Debemos empezar a aprender a ser maestros de verdad y eso solo se logra siendo eternos aprendices. Saldremos seguramente de estos convulsos tiempos con más herramientas para aplicarlas en nuestras clases, pero debemos también procurar salir con más herramientas para ser mejores personas. Después de tantos años en la academia, recuerdo con mucho cariño a mis profesores y maestros que se atrevían a invitarnos a pensar, recrear, proponer, reflexionar y soñar. Para ellos las notas eran secundarias en realidad. Trataban de formar para la felicidad.

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