Jean Carlo Mejía Azuero. PhD.
Investigador y doctrinante.
Docente de Doctorado y Maestria.
A propósito del discurso pronunciado por el Mayor General Jaime Fajardo Pinzón, Comandante del Ejercito el 8 de enero de 1965, en honor del General Gabriel Rebeiz Pizarro, Comandante de las FFMM en el Club Militar y su respuesta. Bogotá.
Colombia ha sido una nación civilista, con concepción democrática y un especial respeto por las normas.
La violencia instaurada en nuestro ADN desde el nacimiento de la República tiene múltiples causas, pero es injusto cuando generalmente todas las encausamos, en relación con el último conflicto armado, hacia la actuación de nuestras Fuerzas Armadas, como lo han hecho algunos estudios en los últimos años.
El militar colombiano siempre se ha visualizado integrado al pueblo que le da el mandato constitucional, incluso en momentos oscuros de nuestra historia reciente.
Aquí sólo repetimos ciclos tristemente, pero esto tiene que cambiar. La memoria histórica en el escenario planteado y la memoria colectiva, pueden mostrar muchas aristas, todas habrá que verlas y contemplarlas con los lentes adecuados.
La exclusión de la construcción de verdad del pensamiento militar dará al traste con los mejores propósitos.
Habrá que recordarse que hace casi seis décadas, apenas nacía el bloque sur de lo que después se llamarían FARC, ya se había presentado la toma a Simacota y se anunciaba la llegada del ELN, las nuevas autodefensas también eran realidad (nuevas en virtud de que en los años 30 y 40 del siglo anterior se configurarían autodefensas liberales, conservadoras y comunistas).
En ese contexto el Comandante del Ejército Nacional en presencia del Presidente del momento indicaba, refiriéndose a la violencia. En parte recién superada lo siguiente:
«… La experiencia demostró que no bastan las medidas de índole exclusivamente militar para remediar los múltiples problemas derivados de la alteración del orden. Es preciso eliminar las causas para que cesen los efectos, y es por ello que ha surgido de las filas de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional una mentalidad nueva, orientada hacia soluciones creadoras y hacia una acción integral que contribuya a aliviar las necesidades materiales de muchos compatriotas, a reajustar el equilibrio social y aminorar los males ocasionados por las contiendas fratricidas. (Discurso, Pág.6).»
Las palabras del General Fajardo hablando de lo que denominaba soldados de la Paz, deberían enseñarse en todas las universidades y colegios de Colombia en la actualidad, para que ese enraizado antimilitarismo de élites sea ponderado por nuevas lecturas.
Éste discurso fue pronunciado en presencia además de todo el sector dirigente del país; en el también señalaba el General Fajardo en relación a la prestación del servicio militar, la necesidad de que todas las clases sociales llegaran a cumplirle a la patria.
Las siguientes líneas son demostración clara de la apertura y pensamiento militar dentro de un estado de derecho liberal:
» Entonces habría, por conocimiento objetivo y directo de la labor y actividades que estas desempeñan, una mayor comprensión de los hombres que ocupan las posiciones directivas del Estado y de la actividad privada, hacia los más complejos problemas que atañen por igual a las Fuerzas Militares y al país.»
El comandante del Ejército no hablaba de dos sociedades en términos de Huntington, clamaba desde su condición de ciudadano y desde la necesidad de entender las arduas tareas castrenses. Expresaba un pensamiento totalmente compartido por el ejecutivo de ese entonces. Desde esta perspectiva también indicaba:
» Las Fuerzas Militares como institución y sus integrantes como ciudadanos, no pueden estar al margen de la vida activa de la Nación, sino que por el contrario deben contribuir con sus capacidades, conocimientos y experiencias a la solución de los problemas que por ser de la patria preocupan y duelen al ciudadano civil o al ciudadano de uniforme.»
Aquí un ciudadano le hablaba desde la subordinación propia del estamento militar a otro ciudadano civil. Estaban colocadas y abiertas las cartas; allí está una prueba más de los que antes se denominaban relaciones cívico – militares, hoy gobernanza en el sistema de seguridad.
Aquí, y esto hay que decirlo con claridad luego de 200 años de las Batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, no han existido golpes militares, ni intentonas desde tiempos ha; ni la denominada doctrina «Lleras», tiene las connotaciones que algunos expertos y amigos sostienen; posiciones que respetamos totalmente.
Y esto porque la lectura del discurso del Teatro Patria hay que mirarla desde el contexto del año 1944 y los hechos subsiguientes a la mínima intentona de Pasto contra López Pumarejo, sofocada por la misma institucionalidad militar.
Pero continuando con el escenario del año 1965, en su respuesta el homenajeado General Rebeiz Pizarro Comandante de las Fuerzas Militares, sustentado en una visión estratégica especial enseñó algo que todos los colombianos deberíamos tener en cuenta en un bicentenario olvidado en muchas estancias de poder y contra poder:
«Si bien es cierto que en esta fase de consolidación de la paz interior tienen tareas muy importantes todas las entidades del gobierno, no es menos cierto que a las Fuerzas Militares les corresponde una misión de especial trascendencia en el logro de este propósito. Esta es la razón para que estemos convencidos de la necesidad de mantener unas Fuerzas Militares que por su calidad y cantidad estén en condiciones de garantizar la supervivencia nacional, tal y como lo determina nuestra constitución.»
En esta especial coyuntura, sí que cobra importancia mirar la historia y reflexionar profundamente el papel fundamental de unas FFAA fuertes, en lo ético y en sus capacidades, para construir una paz estable y duradera y propiciar la reconciliación nacional. La experiencia internacional es invaluable pues enseña en gran medida el fracasó de muchas transiciones militares por seguir y copiar supuestos «estándares» internacionales, que en realidad no existen hoy día en un mundo lleno de conflictos asimétricos.
El soldado colombiano durante dos siglos ha constituido la retaguardia moral de la nación y el fanal que conduce a la única paz real, la de la institucionalidad territorial. Pero solos, solos una vez más, jamás lo lograrán. ¿Quién se pone las botas para marchar junto con la fuerza pública a construir?
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