Imagen de Renee Olmsted en Pixabay.
Tocando mi cabeza media el largo de mi cabello y pensaba si era momento de un cambio, si tal vez el frío de las tijeras debía pasar por las hebras de una melena descuidada por el tiempo. El caminar con esa hoja de vida bajo el brazo se había vuelto casi una rutina que me hizo olvidar de esos detalles que terminan siendo importantes. Pero al parecer era la misma práctica de cientos que habían llegado a una capital atestada de personas con la misma ilusión de lograr esa estabilidad que tanto brinda paz.
Estaba por un sector bastante comercial así que empecé a dirigir la mirada a diferentes esquinas en busca de una peluquería, pero en cada sitio había barberías. Yo no deseaba un corte con degradados de máquina, solo quería la antigua técnica de las tijeras y lograr un aspecto más profesional y serio, supongo que para dar mejor impresión en las entrevistas de trabajo que no habían llegado aún. Caminaba con la espalda erguida mostrando orgullo por llevar tantos logros en ese documento impreso que termina lleno de sudor por el constante roce de las manos en las salas de espera.
Pasaba sin rumbo por una acera que me mostro por fin una peluquería con esos detalles llenos de los rostros de mujeres hermosas y famosas con peinados extravagantes y llamativos, en una silla estaba sentado un hombre que poseía la delicadeza que muchos detestan, pero que para mí resulto llamativo debido a la amabilidad en su manera de preguntar si deseaba un buen corte de cabello.
Sonreí porque había encontrado a alguien que manejaba esas técnicas de las que aun hacen cortes de ejecutivo sin necesidad de líneas o rapados extremos. Este hombre tenía acento costeño mezclado con palabras que nacen por llevar años viviendo en la capital. Era negocio propio y está bien ubicado, yo sin más preguntas le dije que deseaba un look mucho más formal. Él con una gran sonrisa me aconsejo verme moderno sin necesidad de caer en un clásico que me agregara años.
Mientras él me decía que podía hacer por mi imagen yo mire sus títulos y preparación, así que me lleno confianza y me senté en la silla. Preparándome para ese cambio que me pudiera brindar un aspecto contratable. Se puso sus guantes y tapa boca, pero mientras comenzaba el proceso, me inicio la conversación. Yo respondía preguntas como de qué lugar había llegado y algunas razones como mi profesión. Hasta que con el avanzar de la charla y los cabellos cayendo, suspiro cuando el que hizo las preguntas fui yo.
Le pregunte sobre su vida y anécdotas en los años que llevaba en esta ciudad llena de aire frio y abrigos que cubren miles de historias y vivencias. Su mirada se volvió cristalina como si hubiese atravesado su alma con esas preguntas. Se notaba que llegar a tener su propia peluquería había sido todo un camino lleno de rostros buenos y malos. Pensé que había sido muy confianzudo, pero sin mucha pausa este hombre empezó a relatar como un día llego siendo un moreno de figura delgada y con un carisma llamativo y vivaracho.
Sus sueños de vivir en una ciudad enorme se vieron realizados al llegar con tan solo 20 años y vestido con sus ropas de tierra caliente, cargando un pequeño bolso lleno de ilusiones y esperanzas. Su personalidad estaba marcada por el gusto del maquillaje y la buena imagen, aspectos que no solían ser bien recibidos en su tierra llena de machistas. Con algo de temor y manejando sus manos para disimular el frio, logro llamar a su conocido para que lo pudiera recibir.
Pero por desgracia este lejano amigo, era parte de una importante academia de baile que se acababa de ir a una gira en otras ciudades de Colombia. Llamada tras llamada logro ubicar a unas amistades que también eran de la costa y quienes lo recibieron mientras su contacto llegaba de nuevo.
Muchas noches tuvo que esperar bajo la lluvia para poder ingresar al lugar en donde tenía que servir de empleado domestico a cambio del techo y la comida. Al fin y al cabo tenía claro que la vida no sería tan sencilla como la muestran en ocasiones las novelas.
Su caminar buscando oportunidades e independencia, le hizo recorrer calles que mostraban el lado oscuro de la capital, donde pudo ver rostros y escuchar voces pidiendo ayuda. Un sector que se ubica hacia el centro y que solía tener el tráfico de algunas autoridades motorizadas que pasaban por alto el rostro de infantes y adolescentes, que desde las ventanas de antiguas casas pedían ayuda para que los liberaran de la esclavitud sexual en la que habían caído. Sus aspectos en ocasiones mostraban los desgarros y flagelos de su lucha por escapar de esa vivencia.
Para él era un camino más, en donde debía ignorar lo que parecía ser el día a día de dicho sector. Sus pasos tomaban velocidad para poder alejarse y tampoco sentirse testigo de algo que se salía de sus manos. En su boca tenía la fuerza que brinda el pan y el café con leche callejero, el desayuno más económico para su actual situación.
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Su mirada y personalidad le permitieron empezar a rodearse de más amistades, que se movían en la comunidad Trans de una de las localidades que aún mantiene ese aire de diversidad, pero que en aquella época no se mostraba con tanto glamour. Sus primero pasos que fueron en Fontibón ya estaban lejos, para esta época en que se sentía mucho más seguro de sí mismo y todo lo que acarreaba ser autentico. Llevaba con cuidado sus decisiones, ya que esta ciudad se comía a la gente que se descuidaba.
Su conocido tenía una vida social bastante movida, tanto que en ocasiones solo podía verlo cuando llegaba al amanecer. Igual que este, muchos otros jóvenes tenían gustos caros y salidas nocturnas que hacían notar que no eran trabajadores comunes, tenían un precio para ofrecer sus juveniles compañías y también para manejar los caros vestidos y tacones en los que se elevaban sintiéndose divas. Sus rostros cambiaban de manera increíble al cubrirlos con las enormes capas de maquillaje que poco a poco los feminizaba.
Eran noches llenas de escarcha, baile, risas, música y drogas. De eso se bestia la oscuridad en esta localidad que tenía sus personajes conocidos y también las caras nuevas que intentaban empezar a ganar un lugar. Ese era otro de los riesgos, puesto que los rostros nuevos atraen también envidia en dicha comunidad de lentejuela. Ser muy joven puede jugar en contra de algunos y más si sus facciones brindan fácilmente un resultado andrógeno y llamativo.
Bajo la mirada de una de las basílicas más emblemáticas de la ciudad debido a su estilo gótico caminaba con gran fuerza la “Madre” una trans que dirigía este sector y a quien las demás debían realizar reverencia como si se tratara de una reina o divinidad. La conocida Plutarca era quien recibía una cuota de los demás trabajadores sexuales. Todos los visitantes nuevos debían tener el visto bueno de ella para tener recibimiento en algunas discotecas. No importaba si ejercían o no la prostitución o si solo vendían drogas, esta “madre” debía que tener su parte para poder bendecir aquellas actividades.
Aún con un gesto de temor e impacto este estilista recuerda cuando en una discoteca, la Plutarca con sus enormes manos le empujo el rostro, diciéndole que no se pasara de lista. Él empezaba a ser conocido por su facilidad de verse andrógeno. Pero no estar, completamente dentro de la cultura transexual, era estar caminando en una delgada línea, y no marcar definidamente su bando era algo que estaba causando molestias.
Por otro lado podía irse a vivir al centro, pero recordaba que en ese sector también había una “madre” llamada la Mondongo, esta caminaba con grandes capaz de cabello planchado sobre la mitad del rostro, debido a que la Plutarca la había mandado a quemar con ácido. Este tipo de ataques eran comunes , pero por desgracia no estaba muy denunciado, debido a la vergüenza que algunos sentían frente a las autoridades, que poco o nada consideraban a la comunidad trans de aquella época.
Estos tiempos estaban marcados por rostros quemados con ácido y otros por el maquillaje, aun así el glamour y las tinieblas lograban ser llamativos para seres de la vida pública, tanto de la farándula criolla como del mundo de la política. En aquel sector donde se conserva una enorme área verde y también parques llenos de naturaleza, fue cuando logró entrar a casas lujosas llenas de fiesta y en donde también pudo ver como muchas de estas figuras conocidas buscaban la compañía de mujeres trans y también de chicos gay. Lugares donde se podía sentir el movimiento del dinero y también el aroma a drogas. Estas últimas se terminan consumiendo por curiosidad o por presión social, todo con tal de poder elevarse un poco y adornar la realidad con sensaciones irreales.
Era todo un mundo lleno de diversidad y consecuencias, la vida nocturna parecía eterna. Él sabía que debía empezar a avanzar, deseaba aquella sensación de pertenencia y estabilidad. Fue entonces cuando aprovechando su delgada figura y rasgos finos en el rostro, consulto sobre las operaciones para agregar senos y mejores curvas. Por las calles se podía observar a muchas de las chicas trans llevar voluminosas medidas en sus pechos, en parte gracias a las hormonas y otra era la carga de aceite de cocina o de bebé.
Estas operaciones eran realizadas las mismas trans que ya tenían sus técnicas para las dolorosas inyecciones, incluso tenían recomendaciones, como saber que el aceite de cocina moldeaba mejor, pero que el aceite de bebé era más fácil de sacar en caso de algún problema de salud. Su delgada figura estaba pidiendo a gritos pasar a esa trasformación que no tenía reversa como tal. Hoy en día él puede ver como aquellas figuras delineadas pasan horas en el medico y sus ropas ya no pueden ocultar los bultos que se formaron debido a la acumulación de estos procedimientos caseros.
La misma comunidad trans está dividida por una delgada línea clasista, tener para comprar tratamientos hormonales o realizar un viaje al extranjero y llegar realmente operada, es lo que hace que el día a día se convierta en una lucha de glamour y estatus. Él lo sabía, por ello no había medido gastos en comprar los más llamativos tacones y fajas adecuadas para hacer soñar a aquellos hombres que buscan a escondidas las carnes de otros. Y se apasionan por aquellos que logran verse como la mujer de sus sueños con un “atributo extra”.
Las fiestas de blanco poseían espacios para shows tan turbios, que si se amplificaran abrían salido al aire en aquella emisora radial, que tenía a sus espaldas un lugar de encuentro para la zoofilia y demás temas sexuales en vivo. En dichas zonas que eran transitadas por llamativas camionetas blindadas también debían cuidarse de los constantes atropellos de algunas autoridades que hacían cacería de brujas, algunos daban golpes sobre aquellas cabezas llenas de extensiones, otros se atrevían a pedir sobornos para dejarlos trabajar en aquellas esquinas, y como era de costumbre muchos eran los jóvenes que desaparecían y luego de sufrir diversidad de abusos eran arrojados moribundos o muertos en lejanos desagües y montes.
Al parecer caminar sobre casi 20 centímetros de altura, no era lo más difícil. Se trataba de sobrevivir y tratar de demostrar, que debía haber algo más, que la vida nocturna para aquellos personajes que solo deseaban vivir bajo su propia identidad.
Con gran pasión y sentimiento mi cabello se fue puliendo, casi como si con sus manos fabricara una obra de arte única. Y considero que debe serlo, ya que mi descuidada melena termino convertida en aquel corte moderno, pero profesional. Narrar tantos detalles y tener que levantar algunas cicatrices, para poder deslumbrar como llegar a esa peluquería propia fue todo un camino, saber que negarse a recibir aquellas intervenciones caseras le permite hoy en día caminar y vivir sin dolencias trágicas.
Para muchos que pasan y lo recuerdan de aquellos viejos tiempos, menean sus melenas y sostiene con fuerza su paso mirando con desdén a aquel peluquero, como si su oficio fuese una vergüenza, como si tener este local le pusiera en la parte baja de la pirámide, las trans que pasan y lo observan le miran como si él se hubiera rendido. Sin embargo él siempre posee una sonrisa, la misma con la que me despide deseándome éxitos en mis entrevistas de trabajo. Su optimismo y carisma siguen inquebrantables ante aquellas fuertes vivencias del pasado y lluvias de ácido que adornaban de dolor los tiempos de silencio para la diversidad en la capital.
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